EL BLOG DEL ESPÍRITU DEL PADRE

Días 25, 26 Y 27 de la Consagración al Espíritu Santo




DÍAS 25  26  Y 27 A LA PREPARACIÓN A LA CONSAGRACIÓN AL ESPÍRITU SANTO


💦 DIA 25 ❤


*MENSAJE*

“Queridos hijos, también hoy os invito a vivir aún más intensamente mis mensajes en humildad y
amor a fin de que el Espíritu Santo os llene de su gracia y de su fuerza. Solamente así seréis testigos de la paz y del perdón. Gracias por haber respondido a mi llamada.” (25 de Abril 2004)

*GUIA*

El don de Fortaleza es una fuerza sobrenatural que sostiene la virtud cardinal de la fortaleza. Este don nos da fuerzas para realizar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, y sobrellevar las contrariedades de la vida. Para resistir las instigaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente.

El don de fortaleza lo da el Espíritu Santo solamente a las almas valerosas que saben luchar contra sí mismas. Parece que debiera regalarlo a los débiles, pero es lo contrario: sólo lo regala a las esforzadas, porque a las otras les haría daño y él es la perenne fuente de todo bien. La fortaleza acude a prestar su auxilio a quien lucha, se sacrifica y perdona.

 El don de fortaleza sostiene al alma cansada, fatigada y casi rendida en la pelea; es el guardián del corazón puro y valiente en cualquiera prueba, y vela en el dolor y sostiene en el sacrificio. El don de fortaleza viene a dar la mano al amor activo y acompaña en la vida espiritual; es la esperanza del soldado de Jesucristo y, con la sonrisa en los labios y la dicha en el alma, la ven llegar todos los que sufren; da valor en el vencimiento propio, y constancia en la lucha.

*REFLEXIÓN*

Con el don de la Fortaleza, en cambio, el Espíritu Santo libera la tierra de nuestro corazón, la libera del letargo, de las incertidumbres y de todos los miedos que pueden detenerlo, de modo que la Palabra del Señor sea puesta en práctica, de manera auténtica y alegre. Es una verdadera ayuda este don de la Fortaleza, nos da fuerza, incluso nos libera de tantos impedimentos...

También hay momentos difíciles y situaciones extremas en las cuales el don de la Fortaleza se manifiesta de modo extraordinario, ejemplar. Es el caso de aquellos que tienen que afrontar experiencias particularmente duras y dolorosas, que perturban su vida y la de sus seres queridos. La Iglesia resplandece por el testimonio de tantos hermanos y hermanas que no han dudado en dar la propia vida, con tal de permanecer fieles al Señor y a su Evangelio.

Este don de fortaleza ¿en dónde está escondido? En la oración. En el Huerto de los Olivos, Jesús quiso descubrir el don de fortaleza al mundo cuando, estando en oración, recibió la divina fortaleza; tres veces la buscó para enseñarnos a pedirla. María poseyó este don en toda su plenitud, y al pie de la Cruz brilló en ella de una manera admirable. Es tan rico este don de fortaleza, que alcanza para quien se sacrifica, la perseverancia final y el cielo.

*MEDITACIÓN*

Feliz quien posee este don, no lo conmueven ni las pasiones, ni los enemigos; es inquebrantable, por la fuerza sobrenatural que lo sostiene, la fuerza divina del Espíritu Santo. Es el don propio de los mártires que a pesar del sufrimiento que provoca la realidad de la muerte, este don hizo que se mantuviesen firmes en la fe: en su defensa y en su práctica. No negaron a Jesús y murieron perdonando.

Pidamos el don de fortaleza: Señor, envía Tu Espíritu y pídele que ponga en mi corazón el don de la fortaleza. Por medio de esta gracia de la fortaleza, ayúdame a ser paciente ante toda tribulación y dificultad y dame el valor para seguir adelante en cada dificultad. Amén.

"Me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte” (2 Co 12, 10).


🔥 DIA 26 🔥

*MENSAJE*

“Queridos hijos, os llamo y vengo entre vosotros porque os necesito. Necesito apóstoles con un corazón puro. Oro, y orad también vosotros, para que el Espíritu Santo os capacite y os guíe, os ilumine y os llene de amor y de humildad. Orad para que os llene de gracia y de misericordia. Sólo entonces me comprenderéis, hijos míos. Sólo entonces comprenderéis mi dolor por aquellos que no han conocido el amor de Dios. Entonces podréis ayudarme. Seréis mis portadores de la luz del amor de Dios. Iluminaréis el camino a quienes les han sido concedidos los ojos, pero no quieren ver. Yo deseo que todos mis hijos vean a mi Hijo. Yo deseo que todos mis hijos experimenten Su Reino. Os invito nuevamente y os suplico: orad por aquellos que mi Hijo ha llamado. Gracias.” (2 de Octubre
2012)

*GUIA*

El don de piedad sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura de Dios como Padre y con nuestros hermanos como hijos del mismo Padre. Nos ayuda a mantener una actitud íntima y de niño con Dios. Con relación a los demás hombres, este don, extingue del corazón aquellos focos de tensión y de división como son la amargura, la cólera, la impaciencia, y lo alimenta con sentimientos de comprensión, de tolerancia, de perdón.

El don de piedad lleva consigo los dos amores el de Dios y el del prójimo en grado eminente, y por ambos amores el alma se sacrifica; él conduce a la santidad y a la unión con el Espíritu Santo que lo produce, lleva muchas virtudes en su seno y hace además que se practiquen.

La verdadera piedad no consiste en las prácticas exteriores solamente, sino en un fondo de inmolación generosa que unifica nuestra voluntad con la de Dios: la piedad que procede del Espíritu Santo está basada en la Cruz. Huye de todo lo que pueda encumbrarla y se oculta en la oscuridad de las virtudes; En el don de piedad está el asiento del amor y del dolor. No se queda en el deseo de la santidad, se lanza al fondo de la vida espiritual y ama con amor activo, que la lleva hasta el sacrificio por el Amado.

La verdadera piedad es desinteresada, no tiene envidia ni murmura; su amor al prójimo es auténtico y en él impera el perdón y todas las obras de misericordia

*REFLEXIÓN*

El don de la piedad suscita en nosotros, sobre todo, la gratitud y la alabanza. Es el motivo y el sentido más auténtico de nuestro culto y de nuestra adoración. Cuando el Espíritu Santo nos hace percibir la presencia del Señor y todo su amor por nosotros, nos conforta el corazón y nos mueve casi de forma natural a la oración y a la celebración.

Piedad, por tanto, es sinónimo de auténtico espíritu religioso, de confianza filial con Dios, de esa capacidad de rezarle con amor y sencillez que es propia de las personas de corazón humilde. Por este Don seremos capaces, verdaderamente, de alegrarnos con los que están alegres y de llorar con los que lloran, de estar cercanos a los que están solos o angustiados, de corregir a quien se equivoca, de consolar a quien está afligido, de acoger y de socorrer a quien lo necesita. El don de la piedad que nos da el Espíritu Santo nos hace mansos, nos hace tranquilos, pacientes, en paz con Dios, al servicio con mansedumbre de los demás.

Pidamos al Señor que el don de su Espíritu pueda vencer nuestros temores y nuestras inseguridades y nuestro espíritu inquieto e impaciente y pueda hacernos testigos gozosos de Dios y de su amor, adorando al Señor en verdad y en el servicio al prójimo, con la sonrisa que el Espíritu Santo nos da en la alegría....

*MEDITACIÓN*

Ven, Espíritu Santo, inflama mi corazón y enciende en él el fuego de tu amor. Dígnate escuchar mis súplicas y envía sobre mí tus dones, como los enviaste sobre los Apóstoles el día de Pentecostés.

Espíritu de Bondad, te ruego que me llenes del Don de Piedad, para practicar con todos la justicia; dando a cada uno lo suyo: a Dios con gratitud y obediencia, a los hombres con generosidad y amabilidad.

Divino Espíritu, por los méritos de Jesucristo y la intercesión de María Santísima, te suplico que vengas a mi corazón y me comuniques la plenitud de tus dones, para que, iluminado y confortado por ellos viva según tu voluntad y pueda cantar eternamente tus infinitas misericordias. Amén.

_Envió Dios a su Hijo_... _para que recibiéramos la filiación adoptiva_. _La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama_: _¡Abba, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo_...” (Rm 8, 15).


🔥 DIA 27 🔥

*MENSAJE*

“Queridos hijos, hoy os invito a abrir vuestro corazón al Espíritu Santo, permitidle transformaros. Hijos míos, Dios es Bien Supremo y por esto, como Madre os ruego, orad, orad, orad, ayunad y esperad: es posible alcanzar este bien porque este bien nace del amor. El Espíritu Santo reforzará este amor en vosotros y podréis llamar a Dios vuestro Padre. A través de este amor supremo amaréis sinceramente a todas las personas, y os considerarán hermanos y hermanas. Gracias.” (2 de Noviembre 2007)

*GUIA*

El Temor de Dios es el temor a ofenderle debido al amor que le tenemos y al miedo al castigo si le ofendemos. Nos otorga un espíritu contrito ante Dios, consciente de las culpas y del castigo divino, pero dentro de la fe en la misericordia divina. El alma se preocupa de no disgustar a Dios, amarlo como Padre; de no ofenderlo en nada, de permanecer y de crecer en la caridad.

El don de temor de Dios no consiste en el miedo a la justicia divina, sino que basado en el amor de Dios, teme la ofensa que pueda desagradar a su Amado. El santo temor es el don del Espíritu Santo que lleva consigo al de sabiduría; porque el que ama la Cruz teme el pecado. El alma que posee el temor de Dios no peca, la impulsa sólo el amor, huye de todo mal sólo por no disgustarlo, por ser Quien es, digno de toda alabanza y adoración.

*REFLEXIÓN*

Cuando el Espíritu Santo entra en nuestro corazón, nos infunde consuelo y paz, y nos lleva a sentirnos tal como somos, es decir, pequeños, con esa actitud, tan recomendada por Jesús en el Evangelio, de quien pone todas sus preocupaciones y sus expectativas en Dios y se siente envuelto y sostenido por su calor y su protección, precisamente como un niño con su padre. Esto hace el Espíritu Santo en nuestro corazón: nos hace sentir como niños en los brazos de nuestro padre.

En este sentido, entonces, comprendemos bien cómo el temor de Dios adquiere en nosotros la forma de la docilidad, del reconocimiento y de la alabanza, llenando nuestro corazón de esperanza. Muchas veces, en efecto, no logramos captar el designio de Dios, y nos damos cuenta de que no somos capaces de asegurarnos por nosotros mismos la felicidad y la vida eterna.

Sin embargo, es precisamente en la experiencia de nuestros límites y de nuestra pobreza donde el Espíritu nos conforta y nos hace percibir que la única cosa importante es dejarnos conducir por Jesús a los brazos de su Padre. He aquí por qué tenemos tanta necesidad de este don del Espíritu Santo.

El temor de Dios nos hace tomar conciencia de que todo viene de la gracia y que nuestra verdadera fuerza está únicamente en seguir a Jesús y en dejar que el Padre pueda derramar sobre nosotros su bondad y su misericordia. Abrir el corazón, para que la bondad y la misericordia de Dios vengan a nosotros. Esto hace el Espíritu Santo con el don del temor de Dios: abre los corazones.

*MEDITACIÓN*

Fuera tiene que ir de tu mente el miedo, y debes cambiarlo por un profundo respeto a Dios pero mezclado con un gran amor que hace brotar una majestuosa veneración por nuestro Padre Dios. Consiste en acercarnos a Él con la confianza de hijos pero con el respeto profundo de que es nuestro Dios y Señor.

Ven, Espíritu Santo, inflama mi corazón y enciende en él el fuego de tu amor. Dígnate escuchar mis súplicas y envía sobre mí tus dones, como los enviaste sobre los Apóstoles el día de Pentecostés.

Espíritu de Majestad, te ruego que me llenes del Don de Temor de Dios, para no dejarme llevar de las tentaciones de los sentido y abra mi corazón al amor y la misericordia del Padre. Ayúdame a abandonarme en los brazos de Jesús para que él me guíe por el camino que conduce al hogar.

Divino Espíritu, por los méritos de Jesucristo y la intercesión de María Santísima, te suplico que vengas a mi corazón y me comuniques la plenitud de tus dones, para que, iluminado y confortado por ellos viva según tu voluntad y pueda cantar eternamente tus infinitas misericordias. Amén.
_ Principio del saber, es el temor de Yahveh (Sal 110,10)._


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Escrita por: Pbro D. Mario Luis Almario

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