ROSARIO AL ESPIRITU SANTO
- Los Dones -
🕊 Antes de cada misterio:
”Ven Espíritu Santo, inflama
nuestro corazón en las ansias redentoras del Corazón de Cristo, para que
ofrezcamos de veras nuestras personas y obras, en unión con Él, por la
redención del mundo, para la Gloria del Padre. Amén.”
🔥 1er. MISTERIO: La
Conversión
(Pedir el Don del Santo
Temor /de no ofender a Dios/)
Antes de cada invocación dicen todos:
¡Oh,
Espíritu Santo, alma de mi alma…
1.- Conviérteme!
2.- Sáname!
3.- Vivifícame!
4.- Sálvame!
5.- Fortaléceme!
6.- Perdóname!
7.- Purifícame!
8.- Lávame!
9.- Absuélveme!
10.- Reconcíliame!
🕊 Al final de cada misterio:
”Gloria al Padre, Gloria al
Hijo, Gloria al Espíritu Santo Como era en un principio, ahora y siempre por los
siglos de los siglos. Amén.”
🕊 Antes de cada misterio:
”Ven Espíritu Santo, inflama
nuestro corazón en las ansias redentoras del Corazón de Cristo, para que
ofrezcamos de veras nuestras personas y obras, en unión con Él, por la
redención del mundo, para la Gloria del Padre. Amén.”
🔥 2do. MISTERIO: La
Iluminación
(Pedir
el Don de Entendimiento y Consejo)
Antes de cada invocación dicen todos:
¡Oh, Espíritu Santo, alma de mi alma…
1.- Ilumíname!
2.- Aconséjame!
3.- Guíame!
4.- Instrúyeme!
5.- Oriéntame!
6.- Úngeme!
7.- Llámame!
8.- Atráeme!
9.- Rígeme!
10.- Caliéntame!
🕊 Al final de cada misterio:
”Gloria al Padre, Gloria al
Hijo, Gloria al Espíritu Santo Como era en un principio, ahora y siempre por los
siglos de los siglos. Amén.”
🕊 Antes de cada misterio:
”Ven Espíritu Santo, inflama nuestro corazón en las ansias redentoras del Corazón de Cristo, para que ofrezcamos de veras nuestras personas y obras, en unión con Él, por la redención del mundo, para la Gloria del Padre. Amén.”
🔥 3er. MISTERIO: El Despojo
(Pedir
el Don de Fortaleza)
Antes de cada invocación dicen todos:
¡Oh, Espíritu Santo, alma de mi alma…
1.- Despójame!
2.- Pídeme!
3.- Quebrántame!
4.- Vacíame!
5.- Hiéreme!
6.- Derríbame!
7.- Vénceme!
8.- Libérame!
9.- Tómame!
10.- Revísteme!
🕊 Al final de cada misterio:
”Gloria al Padre, Gloria al
Hijo, Gloria al Espíritu Santo Como era en un principio, ahora y siempre por los
siglos de los siglos. Amén.”
🕊 Antes de cada misterio:
”Ven Espíritu Santo, inflama
nuestro corazón en las ansias redentoras del Corazón de Cristo, para que
ofrezcamos de veras nuestras personas y obras, en unión con Él, por la
redención del mundo, para la Gloria del Padre. Amén.”
🔥 4er. MISTERIO: La
Invasión
(Pedir
el Don de Ciencia y Piedad)
Antes de cada invocación dicen todos:
¡Oh,
Espíritu Santo, alma de mi alma…
1.- Invádeme!
2.- Lléname!
3.- Inúndame!
4.- Embriágame!
5.- Habítame!
6.- Fecúndame!
7.- Sáciame!
8.- Mírame!
9.- Bésame!
10.- Poséeme!
🕊 Al final de cada misterio:
”Gloria al Padre, Gloria al
Hijo, Gloria al Espíritu Santo Como era en un principio, ahora y siempre por los
siglos de los siglos. Amén.”
”Ven Espíritu Santo, inflama nuestro corazón en las ansias redentoras del Corazón de Cristo, para que ofrezcamos de veras nuestras personas y obras, en unión con Él, por la redención del mundo, para la Gloria del Padre. Amén.”
🔥 5er. MISTERIO: La
Transfiguración
(Pedir
el Don de Sabiduría)
Antes de cada invocación dicen todos:
¡Oh,
Espíritu Santo, alma de mi alma…
1.- ¡Baútizame!
2.- ¡Úngeme!
3.- ¡Séllame!
4.- ¡Úsame!
5.- ¡Tócame!
6.- ¡Conságrame!
7.- ¡Unifícame!
8.- ¡Transfórmame!
9.- ¡Abrázame!
10.- ¡Divinízame!
🕊 Al final de cada misterio:
”Gloria al Padre, Gloria al
Hijo, Gloria al Espíritu Santo Como era en un principio, ahora y siempre por los
siglos de los siglos. Amén.”
🌾🍃🌷🍃🌷🍃🌾
🌸MARÍA, ESPOSA DEL ESPÍRITU
SANTO🌸
🕊 PALOMA
«Jesús se bautizó, salió del
agua y al punto se abrió el cielo y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una
paloma y se posaba sobre él» (Mt 3,16). Este símbolo del Espíritu puede estar
relacionado con la paloma que soltó Noé y que volvió con una hoja de olivo,
signo de que la tierra volvía a ser habitable (cf. Gén. 8,10-12). O con la
esposa del Cantar de los Cantares (cf. 2,1.4; 5,2), como signo de amor.
Jamás, en ningún momento de
la historia, se ha dado una implicación tan total y profunda entre Dios y una
creatura humana, como en María. La relación de la Virgen de Nazaret con las
tres divinas Personas nos hace experimentar el vértigo del misterio y nos
obliga a prorrumpir en estas palabras extasiadas de Francisco de Asís: «Santa
María Virgen, no hay ninguna igual a ti, nacida en el mundo, entre las mujeres;
hija y esclava del Altísimo Rey, el Padre celeste, Madre del Santísimo Señor
nuestro Jesucristo, esposa del Espíritu Santo; ruega por nosotros»
La imagen de la relación
nupcial entre el Espíritu Santo y María, está queriendo expresar dos
realidades.
🔸 Primera que
nunca el Espíritu de Dios ha penetrado tanto en una persona humana, adueñándose
totalmente de ella, transformándola y convirtiéndola en puro instrumento suyo,
como lo hizo en la Madre de Dios.
🔸 Y segunda que
nunca una persona se ha dejado poseer y guiar por el Espíritu Santo con total
disponibilidad y confianza como María. De ahí que la acción del Espíritu Santo
en María sea un lugar privilegiado para comprender mejor su acción en todos nosotros.
Y que, igualmente, la libre y amorosa colaboración de María con el Espíritu
Santo, sea el modelo de toda relación con el Espíritu santificador.
Analicemos, pues, los
distintos aspectos de esta relación privilegiada.
✨🌸✨🌸✨🌸
1. EL DON DE MARÍA
Lo primero que conocemos de
la vida de María es que el ángel Gabriel se dirigió a ella con estas palabras:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). Curiosamente, en
este saludo, el ángel no la llama por su nombre como hubiera sido normal, sino
que le asigna un nombre nuevo: «llena de gracia». Este nuevo nombre designa el
pasado, el presente y el futuro de María, lo que ha sido desde su nacimiento y
lo que seguirá siendo siempre. Y su contenido es tremendo: «colmada del favor
de Dios».
Significado que se explica y
completa con la otra afirmación del ángel: «el Señor está contigo». Lo que se
le quiere decir a María es que Dios la ama con predilección, que habita en ella
y que en ella ejerce todo su poder. Y esto, sin ningún mérito por parte de
ella, por pura iniciativa de Dios. La tradición cristiana ha interpretado bien
esta querencia de Dios por María cuando la ha saludado como «toda santa»,
«elegida», «arca de la alianza».
Ahora bien, la gracia del
Padre, en el Nuevo Testamento, es siempre Cristo; él es el único revelador y
portador del amor del Padre. Y esto nos lleva a descubrir un nuevo misterio del
nombre que se le asigna a María. Ella, desde el primer instante de su
concepción, es de Cristo. Es decir, desde el primer momento de su existencia,
participa ya de forma anticipada de la acción redentora y santificadora que va
a llevar a cabo el Hijo eterno del Padre, el mismo que, mediante la
Encarnación, se va a convertir en su hijo.
🔅Juan Pablo II ha
expresado acertadamente este misterio: «María recibe la vida de aquél al que
ella misma dio la vida» (Redemptoris Mater, 10). Que es lo mismo que cantaba un
hermoso himno medieval: «Madre del que te engendró».
Y aún nos queda por
descubrir un último secreto. «Llena de gracia» quiere decir, en último término,
«llena del Espíritu Santo». Porque es siempre el Espíritu Santo el que nos hace
participar del amor del Padre que se nos regala en Cristo. Es el poder
santificador del Espíritu el que penetró en María en el primer instante de su
vida, la libró de toda mancha y la hizo una creatura nueva, creada y formada
por él (cf. Lumen gentium, 56). El Vaticano II la llama «sagrario del Espíritu
Santo» (Lumen gentium, 53).
Este es el don que recibió
esta criatura única, en la que la humanidad alcanzó toda su gloria y
perfección. Pero, ¿y los demás? ¿Sólo nos queda la admiración y la envidia ante
quien tiene tantas cosas que a nosotros nos faltan?
🌸✨La gracia de María se convierte en un
faro potente que nos ayuda a descubrir nuestro propio misterio y aumentar
poderosamente nuestra «autoestima». También nosotros, en el Bautismo, recibimos
un nuevo nombre y con él una nueva existencia, una nueva vida que transformaba
y elevaba nuestra vida natural a otro plano, dotándola de nuevas capacidades.
En efecto, la gracia bautismal nos introdujo en la misma vida divina de manera
absolutamente gratuita, es decir, por elección misteriosa de Dios. Fuimos
hechos hijos adoptivos del Padre, recibimos la redención de Jesucristo y nos
convertimos en sus miembros e imágenes. Y todo ello por la acción del Espíritu
Santo, que nos hizo templos suyos, nos purificó de todo pecado, incluido el
original, e infundió en nosotros la vida divina.
La «llena de gracia» tuvo
que devolver su ser a Dios haciendo de su vida un himno de alabanza: «Proclama
mi alma la grandeza del Señor... porque el Poderoso ha hecho obras grandes por
mí» (Lc 1,46-49). Nosotros, desde la luz que ella derrama, sentimos la necesidad
de proclamar con obras y palabras un Magníficat similar:
«Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor
Jesucristo,
que nos ha bendecido en la
persona de Cristo
con toda clase de bienes
espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona
de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por
el amor.
Él nos ha destinado en la
persona de Cristo,
Por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos;
para que la gloria de su
gracia,
que tan generosamente nos ha
concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya»
(Ef 1,3-6).
🕊🍃🕊🍃🕊
2. LA RESPUESTA DE MARÍA
Poco después de narrarnos la
anunciación, el evangelista Lucas nos hace seguir los pasos de la Virgen de
Nazaret hasta la casa de Isabel, que felicita a su prima con esta
bienaventuranza: «Dichosa tú que has creído que se cumplirían las cosas que te
fueron dichas de parte del Señor» (Lc 1,45).
Anunciación y visitación
forman un díptico inseparable, como observa el Papa Juan Pablo II: «La plenitud
de gracia, anunciada por el ángel, significa el don de Dios mismo; la fe de
María, proclamada por Isabel en la visitación, indica cómo la Virgen de Nazaret
ha respondido a este don» (Redemptoris Mater, 12).
💦Dice el Vaticano II:
«Cuando Dios se revela hay que prestarle la obediencia de la fe, por la que el
hombre se confía libre y totalmente a Dios» (Dei Verbum, 5). Esta descripción
de la fe encontró una realización perfecta en María desde el momento mismo de
la anunciación. Allí se confió a Dios sin reservas y se consagró totalmente a
sí misma, como esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo. Como
Abrahán, que «esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de
muchas naciones» (Rom 4,18), así María, después de haber manifestado su
condición de virgen, creyó que, por el poder del Altísimo, se convertiría en la
madre del Hijo de Dios.
✨🌸 Pero
la anunciación, además de ser un momento culminante de la fe de María, fue
también el punto de partida de un camino de fe, de un camino hacia Dios, en el
que la Virgen tuvo que experimentar que creer es abandonarse totalmente a un
Dios que no entendemos, a un Dios cuyos designios son insondables y sus caminos
inescrutables (cf. Rom 11,33).
En efecto, María se encontró
con el hecho desconcertante de que su hijo, aquel de quien el ángel había dicho
«Dios le dará el trono de David, su padre», «reinará sobre la casa de Jacob por
los siglos y su reino no tendrá fin», «será grande», tuviera que nacer en una
situación de extrema pobreza.
Pocos días después del
nacimiento, escuchó el anuncio de Simeón: «Una espada te atravesará el alma»
(Lc 2,35). A lo largo de toda la vida de Jesús tuvo que avanzar en la
peregrinación de su fe, manteniendo fielmente la unión con su Hijo, pero
teniendo que aceptar los incomprensibles caminos de Dios, que le desconcertaba
una y otra vez. Y la prueba definitiva de la fe de María tendría lugar al pie
de la cruz, cuando tuvo que presenciar y participar en el desconcertante
misterio de su hijo, que «despojándose de su rango, se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz» (Flp 2,5-8).
Este abandono total de la
Virgen María a la voluntad de Dios, tantas veces incomprensible para nosotros,
explica que la Iglesia nos la proponga como el modelo supremo de fe. Ella es la
primera de los creyentes del Nuevo Testamento, la mejor y, además, la madre de
todos los que vendrán después. Porque su sumisión y docilidad absolutas a la
voluntad de Dios se debieron a la especialísima acción del Espíritu santo en
ella, ya que, como afirma San Pablo, sin la acción del Espíritu Santo no
tendríamos fe (cf. 1 Cor 12,3).
Pero es que, además, su
obediencia total fue el desencadenante de que el Espíritu Santo irrumpiera en
el mundo a través de Jesús. En María, pues, aprendemos a creer, y gracias a
María podemos creer.
.
💦🕊💦🕊💦
3. MARÍA, MADRE DE DIOS
Si María es la «llena de
gracia» es porque fue elegida y destinada a ser la madre de Cristo. Toda la
grandeza de María consiste en el hecho de ser la «Madre de Dios».
🕊💦 La concepción de
Jesús en el seno de María por obra del Espíritu Santo, es, por una parte, el
punto central de todo lo que la Virgen es en sí misma y en relación con los
creyentes; pero, por otra, señala el momento culminante de la acción del
Espíritu Santo en la historia de la salvación.
Recordemos una vez más el
relato admirable del evangelista Lucas. Después del saludo inicial, el
mensajero divino le dice: «No temas, María, porque has hallado gracia delante
de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás
por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo» (Lc
1,30-32).
Ante este anuncio, la Virgen
queda turbada y pregunta: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El
ángel Gabriel, con exquisita delicadeza, le explica: «El Espíritu Santo vendrá
sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de
nacer será santo y será llamado Hijo de Dios» (Lc 1,35).
Después de esto, María acepta
con total disponibilidad: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu
palabra».
🌸🍃Evidentemente, en este
relato existe una relación interna entre la disposición virginal de María y el
poder del Espíritu Santo.
Posiblemente, y según la tradición
más constante de la Iglesia, en María ya existía previamente una determinación
virginal, un proyecto de vivir solamente para Dios; de otro modo, sería difícil
de explicar su turbación ante el anuncio del nacimiento. Pero lo que resulta
meridianamente claro es que el ángel le anuncia una concepción no por obra de
varón sino del Espíritu Santo. Ciertamente la obra de María que recibe y la
acción del Espíritu Santo que encarna al Verbo de Dios, no se sitúan en el
mismo nivel.
El Espíritu Santo no es el
padre de Jesús ni el esposo físico de María; estamos muy lejos de un
«matrimonio sagrado», de una unión entre un dios y un mortal, de la que habla
con frecuencia la mitología. En la concepción de Jesús, el Espíritu Santo no es
comparte sexual sino poder creador. Actúa suscitando, de forma trascendente y
misteriosa, la preñez de María. La expresión «el Espíritu te cubrirá con su
sombra» remite claramente a dos pasajes de la Biblia. En primer lugar, al
Génesis, al momento de la creación. La tierra estaba vacía y sin forma cuando
apareció el Espíritu (cf. Gén 1,12).
Así también, el vientre de
María era un vacío hasta que, por medio del Espíritu, Dios lo llenó con un niño
que era su Hijo. El Espíritu de Dios, fuerza creadora para la que «nada hay
imposible», inicia en María una nueva creación.
El otro pasaje es el del
Éxodo, cuando la gloria de Dios en forma de nube llena y cubre la tienda de la
reunión (cf. Ex 40,34-35). María es la nueva morada a la que Dios baja por pura
iniciativa de su amor y de su misericordia para encontrarse definitivamente con
su pueblo, para ser Dios-con-nosotros. Y esta bajada de Dios sólo podía
realizarla el Espíritu Santo. Sólo él, que es quien produce el milagro de la
vida y el que hace a la carne capaz de Dios, podía realizar esta entrada
definitiva de Dios en la carne.
🕊✨La maternidad
divina de María fue un hecho absolutamente único e irrepetible: Dios se hizo
hombre una sola vez y para siempre en las entrañas de la Virgen. Pero la
relación entre el poder creador de Dios y la disponibilidad virginal de María
que se dio en la Encarnación, ilumina también otra realidad que nos concierne
más a nosotros. La acción del Espíritu Santo en María fue el inicio de
Pentecostés, cuando el Espíritu irrumpiría sobre todos los creyentes. Por eso
la Iglesia ha relacionado siempre el seno virginal de María con su propio seno,
la fuente bautismal, de la que salen los regenerados por el agua y el Espíritu.
También aquí el poder del
Altísimo cubre con su sombra y engendra una nueva vida, unos hijos de Dios que,
como dice San Juan, «no han nacido de la sangre, ni de deseo de hombre, sino de
Dios» (Jn 1,13). Y también aquí, la acción del Espíritu Santo necesita el
consentimiento humano, como necesitó el de María. La disponibilidad plena y
virginal de María se convierte así en modelo de la fe con la que la comunidad
cristiana acoge la intervención soberana y creadora del Espíritu en el bautismo
y en todos los demás sacramentos.
🌷🍃🌷🍃🌷🍃
4. MARÍA, MADRE DE LOS HOMBRES
Si por medio de la fe María
se convirtió en la madre del Hijo de Dios, en la misma fe descubrió y acogió
otra dimensión de la maternidad, aquella que le hizo abrirse cada vez más a la
misión de Jesús y convertirse en madre de todos los hombres. En efecto, a
medida que se fue esclareciendo ante sus ojos y ante su espíritu la misión de
su Hijo, ella misma se fue abriendo cada vez más a aquella nueva maternidad,
que debía constituir su «papel» junto a su Hijo.
Particularmente
significativa es al respecto la escena de las bodas de Caná (cf. Jn 2,1-12).
María acude a Caná como madre de Jesús y acaba actuando como madre de los
hombres. Esta nueva maternidad se concreta en tres acciones:
❤✨ 1)
María intercede por los hombres al decir a Jesús: «No tienen vino», se pone
entre su Hijo y las privaciones, indigencias y sufrimientos de los hombres. Se
pone «en medio», o sea, se hace mediadora, no como una persona extraña sino en
su papel de madre, consciente de que, como tal, puede hacer presente al Hijo
las necesidades de los hombres.
❤✨ 2)
María desea también que se manifieste el poder mesiánico de Jesús su poder
salvífico para socorrer la desventura humana. Y este deseo, fuerza, de hecho la
intervención de Jesús.
❤✨ 3)
María se presenta como portavoz de la voluntad de Jesús «Haced lo que él os
diga».
Así, en esta página del
Evangelio de Juan, encontramos como un primer indicio de la solicitud maternal
de María, que, como dice el Vaticano II, «no oscurece ni disminuye la única
mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia» (Lumen Gentium, 60).
📕Otro pasaje del mismo Evangelio de Juan
confirma esta nueva maternidad de María, en el momento culminante de la
salvación, al pie de la cruz: «Jesús, viendo a su madre y junto a ella al
discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego
dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora, el discípulo
la acogió en su casa» (Jn 19,26-27).
En esta escena, aparece
claramente la particular atención de Jesús por su madre, a la que dejaba con
tan gran dolor. Pero, también, el gran vínculo que une el amor de Jesús y el de
María hacia todos los hombres. Cuando Jesús está entregando su vida por los
hombres, amándolos hasta el extremo, les entrega a su madre, como parte
indisociable del mismo amor y de la misma entrega.
Con razón comenta Juan Pablo
II que «esta nueva maternidad de María... es fruto del “nuevo” amor, que maduró
en ella definitivamente junto a la cruz por medio de la participación en el
amor redentor del Hijo» (Redemptoris Mater, 23).
Y la maternidad universal de
María no se va a quedar en el Calvario, sino que va a intervenir de manera
discreta y silenciosa en el momento de la manifestación de la Iglesia. Al
narrarnos el acontecimiento de Pentecostés, el evangelista Lucas lo relaciona
con la anunciación (cf. Hch 1,14; 2,1-13). En ambos sitios se da una
intervención especial del Espíritu: en Nazaret para engendrar a Jesús y en
Jerusalén para engendrar a la Iglesia. Y en ambos sitios también interviene
María: en Nazaret como madre de Jesús y en Jerusalén como madre de la Iglesia.
Así «María acoge, con su
nueva maternidad en el Espíritu, a todos y a cada uno en la Iglesia, acoge
también a todos y a cada uno por medio de la Iglesia» (Redemptoris Mater, 47).
Es decir, María es a la vez Madre de la Iglesia y representación de la Madre-Iglesia,
que es como su prolongación en la tarea de engendrar nuevos hijos por el
Espíritu.
San Francisco de Asís:
Santa Virgen María, no ha
nacido en el mundo ninguna semejante a ti entre las mujeres, hija y esclava del
altísimo y sumo Rey, el Padre celestial, Madre de nuestro santísimo Señor
Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: ruega por nosotros... (OfP Ant.).
Salve, Señora, santa Reina,
santa Madre de Dios, María, que eres virgen hecha iglesia y elegida por el
santísimo Padre del cielo, a la cual consagró Él con su santísimo amado Hijo y
el Espíritu Santo Paráclito, en la cual estuvo y está toda la plenitud de la
gracia y todo bien... (SalVM).
✨💦🕊💦🕊✨
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO – MORA EN MÍ
"Doma todo lo que es
rígido; funde el témpano, encamina lo extraviado"
Espíritu Santo: Tú habitas
en lo más profundo de nuestra vida.
“Si alguien me ama, guardará
mi palabra; mi Padre lo amará, y vendremos a él, para hacer nuestra morada en
Él”, dijo Jesús Sentirte cercano es la máxima experiencia que podemos tener.
Tener la vida de alguien dentro de si, es experimentar ese mismo alguien en la
esencia de su propio ser. Esto es: Sentir el sabor de su amor, de su ternura,
de sus alegrías.
Espíritu Santo: Sentir tu
presencia en nuestra vida es dejarse empapar por tus siete dones y carismas,
testimoniándolo en la propia vida: la fortaleza, la sabiduría, la ciencia, el
consejo, el entendimiento, la piedad y el temor de Dios. Por la promesa de
Jesús, nuestro hermano, estamos ciertos de que nuestras relaciones con Dios, no
son relaciones sólo de respeto y de adoración de un Dios que está fuera de
nosotros, en el exterior.
La gracia que vivenciamos
como hijos de Dios, nos hace penetrar en el interior de Dios en su propio
corazón. Eso quiere decir, que el Padre, Hijo y tú, Espíritu Santo, vives en
nosotros y en ellos, nosotros tenemos nuestra
morada, pues en ellos vivimos, nos movemos y existimos. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario